Detrás del diseño: Smith Rock
Las cosas podrían haber sido diferentes si hubiéramos sabido que la nieve iba a ser tanta hasta el punto de obligar al gobernador a declarar un estado de emergencia: nos esperaba más de un metro de nieve acumulada en el alto desierto de Oregón en el mes de febrero. Pero eso es lo que tiene la naturaleza: es salvaje.
Ya llevaba tiempo nevando cuando empezamos nuestro viaje de inspiración a Smith Rock. Queríamos escapar de la luz artificial de la oficina, respirar un poco de aire fresco e impregnarnos de la naturaleza. Todo eso nos serviría de inspiración para la nueva temporada de ACG. El verano anterior, los incendios forestales habían quemado el estrecho paso que va desde Marion Forks a Smith Rock atravesando Black Butte y Sisters. La única forma de llegar era por Mount Hood, el punto más alto de Oregón.
Sin perder la ilusión, nueve de nosotros nos reunimos esa mañana en un frío estacionamiento de Nike. Diseñadores de calzado y ropa, compañeros de marketing y representantes de ventas nos repartimos en tres autos y salimos de la sede de la empresa en Beaverton. Por el viaje, dejamos atrás ciudades como Zigzag y Rhododendron al pie de Mount Hood. A las afueras de Government Camp, empezó a nevar muchísimo.
Después de ver varios camiones de carga volcados en las zanjas, junto a la carretera, decidimos que lo más seguro sería hacer caso a las señales de “OBLIGATORIO EL USO DE CADENAS”. Mientras otros vehículos se deslizaban por el asfalto helado, nosotros, en cuclillas al lado del auto, fuimos descifrando poco a poco las instrucciones. Leíamos: comprobar que tiene forma de diamante, avanzar unos cinco metros, ajustar de nuevo. Cuando nos convencimos de que las cadenas cumplirían su función y nos proporcionarían la tracción adicional que necesitábamos para atravesar el paso de montaña en plena ventisca, continuamos nuestro camino.
El tiempo pasaba muy despacio. La tarde terminaba y aún estabamos atravesando el río Deschutes. La velocidad máxima recomendada con cadenas de nieve es de 40 km/h y la visibilidad limitada hizo que fuéramos aún más despacio. El sol ya se estaba poniendo por el oeste, cuando nuestro convoy llegó por fin a Smith Rock.
Smith Rock suele recibir mucha luz solar: el desierto alto de Oregón tiene más de 300 días de sol al año. Por eso nos impresionó ver el monolito cubierto por varios centímetros de nieve. El plan original consistía en hacer la agradable caminata Misery Ridge, que rodea el lado noroeste de Smith Rock con una subida abrupta de 220 metros hasta un mirador donde, con buen tiempo, suele haber escaladores y equilibristas en la famosa vía de escalada Monkey Face. Pero debido al mal tiempo, todos los senderos estaban cerrados.
Algunos se decepcionarían al encontrar el lugar cerrado, especialmente tras un viaje de siete horas por pasos de montaña peligrosos y con mal tiempo. Pero no fue nuestro caso. Después de tantas horas en un auto, simplemente estar al aire libre ya era una recompensa. El ambiente era como de otro mundo a los pies de Smith Rock; la ventisca amortiguaba todos los sonidos y, al otro lado de la carretera, un caballo luchaba por avanzar por la nieve que le llegaba a la altura de las rodillas. La luz parecía emanar del terreno helado. Corrimos, hicimos ángeles de nieve y nos lanzamos bolas de nieve hasta que casi oscureció. Después de todo, nuestro objetivo era sumergirnos en la atmósfera de Smith Rock y aprender de lo que viéramos y sintiéramos, pasara lo que pasara.
Como oscurecía rápido, nos dirigimos rumbo al rústico alojamiento que nos daría cobijo aquella noche a la orilla del lago Suttle, entre Mt. Jefferson y Three Fingered Jack, un volcán inactivo que recibe el nombre de un buscador de oro un tanto gruñón de la época de los orígenes del Territorio de Oregón. Las luces del coche iluminaron el alojamiento: un lugar cálido y acogedor. Mientras entrábamos al estacionamiento casi vacío, la nieve seguía acumulándose alrededor de los neumáticos. Después, llevamos las maletas a la entrada.
En las zonas montañosas de Oregón no hay mucha cobertura y, a consecuencia de la nevada, el wifi en el hotel no funcionaba. Aunque fue duro no poder hablar con la familia para contarles nuestra aventura bajo la tormenta, estar incomunicados no estaba tan mal. Es tan sencillo perderte en la pantalla de un teléfono, que no aprecias lo que tienes frente a tus ojos. A veces, es importante desconectarte y volver a disfrutar de la naturaleza.
Por la noche seguía nevando, así que cumplimos con la antigua tradición para cualquier día de nieve: encender un fuego y relajarnos. Nos preparamos bebidas calientes y nos sentamos en el bar para compartir las ideas y observaciones del día. Comparamos notas sobre el rendimiento de nuestro equipo tanto en la carretera como haciendo frente al mal tiempo y debatimos sobre cómo hacer mejoras en la próxima temporada de ACG. Después de hablar del diseño, fuimos al salón del hotel, donde encontramos una estantería con todo tipo de libros, desde novelas pulp hasta guías antiguas de naturaleza. Aislados del mundo exterior, leíamos títulos escogidos al azar de la estantería en voz alta por turnos. Este era el primer viaje con ACG para algunos; para otros, era una aventura más. Tener la oportunidad de desconectarse, reunirse y divertirse un poco con el equipo de diseño era, en cierto modo, tan importante como debatir sobre los productos y sus características. Esta aventura conectó y unió a todo el grupo.
A la mañana siguiente, después del desayuno, nos reunimos de nuevo en el salón para otra sesión de inspiración. Esta vez, todo el mundo bajó sus mochilas y, por turnos, hicimos una presentación del equipo que habíamos traído al viaje: cuál era imprescindible, cuál no habíamos usado y qué equipo para el aire libre considerábamos único. Escuchamos a los amantes de la naturaleza experimentados y a los expertos urbanos. Cada miembro del equipo exponía su opinión sobre lo que era más importante a la hora de salir. Gracias a esta actividad de "mostrar y opinar", empezamos a reconocer patrones, desarrollar nuevas ideas y ajustarnos a la dirección que debía llevar la próxima temporada de ACG.
Al partir rumbo a casa, sentíamos que habíamos creado un lazo más fuerte entre el equipo. Íbamos con las pilas cargadas de ilusión por las carreteras cubiertas de nieve de vuelta a Portland para plasmar en la mesa de dibujo lo que habíamos aprendido de los demás y de nuestro viaje. Es por eso por lo que el diseño se debería hacer en plena naturaleza. Puedes ver cosas que no verías en la oficina, tienes la oportunidad de impregnarte del entorno y dibujar a partir de su energía, entender sus estímulos y reflexionar sobre lo que sientes al disfrutar de verdad de un lugar con los cinco sentidos. Puedes llevar la teoría a la práctica, compartir ideas y diseñar a partir de la energía de la gente y del lugar.
Cuando nos sumergimos en un lugar para crear algo nuevo, hablamos en su nombre. Los sitios que hemos elegido como inspiración están en plena naturaleza. Esa es la magia del aire libre. Y cuando hablamos en nombre de la naturaleza, lo hacemos por la Tierra, y la Tierra habla por todos nosotros.