Un espacio seguro en Kabul para que las mujeres entrenen juntas

Si ingresas al centro de yoga Momtaz en Kabul, Afganistán, te transportarás momentáneamente lejos de la constante violencia de la ciudad y los lugares dominados por los hombres. Con su amplitud, muchas plantas y las ventanas que van del piso al techo, sentirás que estás en un típico estudio de yoga urbano, pero es mucho más que eso.

Las mujeres se acercan ansiosas a la puerta para asistir a la primera clase grupal presencial desde que la pandemia de coronavirus obligó al estudio a cerrar sus puertas hace casi cinco meses.

La propietaria e instructora, Fakhria Momtaz, le da la bienvenida a la estudiante Farida Esmati con un abrazo, como si nada hubiera cambiado. "No me siento así de cómoda y tranquila en ningún otro lugar, ni siquiera en mi propia casa", susurra Farida al oído de Fakhria. "Estoy tan feliz de estar de vuelta, hermana". Farida tardó varias semanas en reunir el valor para visitar el estudio por primera vez hace dos años, pero desde entonces ha sido una asistente habitual. “El yoga me salvó”, afirma. “Me sacó de la depresión, me dio confianza y me enseñó que necesito cuidarme. Cada vez que vengo me siento como una recién nacida, un pájaro libre, aliviado, sin dolor en mi cuerpo ni en mi mente”.

Fakhria, quien recurrió al yoga después de que un trabajo de oficina la dejara con dolor de cuello y espalda, comienza la clase, y guía a las estudiantes a permanecer presentes, concentrarse en la respiración y fluir con confianza por las distintas posturas. “Empecé a enseñar yoga para llevar paz interior y seguridad a los corazones y las mentes de las mujeres”, explica. No es una misión fácil. Hace apenas unos meses, tuvo que esconderse después de recibir amenazas de muerte cuando se viralizaron sus fotos dirigiendo una clase de yoga al aire libre en el suroeste de Kabul para celebrar el Día Internacional del Yoga. Dice que la creciente influencia de los talibanes la alarma, pero eso no significa que la detendrá. “Incluso si tengo que dejar mi patria nuevamente, continuaré mi lucha por el bienestar de las mujeres y nuestros derechos en Afganistán”, enfatiza.

Mientras las mujeres se mueven en saludos al sol, Jafar Hoseini (izquierda) y Habib Jawid cuidan a sus hijas en la sala de espera para que sus esposas puedan sintonizarse en el ahora y desconectarse de aquello de lo que están tratando de escapar. Es más que cuidar de los niños: es una señal de un cambio social gradual en Kabul.

A veces, los niños, como Asna, de 2 años, se cuelan en la clase para ver a sus madres en acción, lo que hace que el lugar parezca más el hogar de una familia numerosa que un estudio donde se hace ejercicio. “En Kabul no existía un lugar seguro para que las mujeres como mi madre pudieran hacer ejercicio”, lamenta Fakhria. "Espero que mis esfuerzos y este estudio allanen el camino a la próxima generación".

Desde su creación en 2016, el espacio que Fakhria y Reza Momtaz, su esposo, crearon en las instalaciones de una empresa de TI de su propiedad, se ha convertido en un santuario para más de 500 mujeres. El estudio no es el primero en el país, pero ella cree que es el primero en salir a la luz pública. “Necesitamos mostrar otra cara real de Afganistán, una que sea positiva”, dice. Y tiene grandes planes para llevar este mensaje más allá de las paredes de su estudio. Actualmente, los Momtaz están desarrollando una aplicación que hará que el yoga sea accesible para todos los afganos, especialmente para las mujeres que no pueden salir de sus hogares.

Cuando termina el savasana, las mujeres no se van. En lugar de eso, se reúnen para charlar mientras comen sandía. Es otra forma en que el estudio de yoga Momtaz va mucho más allá de ser solo un espacio de yoga típico y en realidad, cualquier otro lugar en Kabul, para ofrecer un entorno seguro que alienta a las mujeres a pensar y actuar libremente. Una alumna habitual le pregunta a la principiante Zarifa qué le pareció la clase. "Me transportó a otro lugar", responde, "a un mundo feliz y pacífico". Y con eso, el sol se pone detrás del edificio y las mujeres regresan a casa un poco más felices y esperanzadas que cuando llegaron.